Cuando entraron
en la tienda y escucharon a aquel anciano, Marta y Harry se quedaron mudos,
mirándose entre sí.
-Veníamos a
comprar varitas para ellos- dijo decidida Alice.
-¿Quiénes son “ellos”
señorita Potter?- dijo el anciano mirando a Alice.
Alice señaló a
Ron, Harry y Marta, el anciano los observó detenidamente, aunque también
observó a Ron, su mirada se detuvo en Marta, este la miraba sorprendido,
maravillado, ella no estaba haciendo nada, pero solo con mirarla ya era
fascinante.
Luego, desvío
la mirada hacia Ron.
-¡Oh! Muchos
Weasley ya han pasado por aquí, ahora viene otro, ¡bien, bien!- exclamaba el
anciano- ¿Cómo he de llamarte jovencito?
-Ron.
-¡Ron! Bonito
nombre- dijo este- ven por aquí, te buscaremos una varita apropiada.
Ron siguió al
señor Ollivander hasta el mostrador, y esperó a que le mostrara las varitas que
podían ser las suyas.
El señor
Ollivander le empezó a mostrar varias varitas al pequeño Ron, que, por ahora,
ninguna resultaba ser la suya, ya que, al usarlas, destruía cosas, finalmente,
el señor Ollivander cogió una y la puso frente a Ron.
-Prueba esta
pequeño, madera de Sauce, 35,56
cm de larga, y centro de pelo de cola de unicornio.
Cuando Ron
cogió la varita, un cosquilleo le recorrió todo el cuerpo, sonriendo, miró al
señor Ollivander.
-Creo que es está-
dijo mirándola, orgulloso.
El señor
Ollivander sonrió y luego, miró a Arthur.
-9 galeones por
favor- dijo este.
Arthur asintió
y, finalmente, le dio todo lo que le quedaba.
-Ahora tú,
señorita Potter- dijo mirando a Marta.
-¿Cuál es tu
nombre?
-Marta- dijo
esta mirando exhausta al señor Ollivander, pues dijo que la estaba esperando a
ella y a su hermano y no sabía si quiera su nombre.
-¡Oh! Claro
Marta, pelo de tu madre, y ojos de tu padre- dijo contemplándola con
detenimiento.
-No siempre-
dijo esta sonriendo.
El señor
Ollivander la miró, sonriendo, la llevó hacia el mostrador, y empezó a sacar
varitas para ella, Marta ya se sentía muy culpable, ya que le había sacado diez
varitas, y ya había roto: tres jarrones, cinco ventanas y dos marcos de fotos.
Pero,
finalmente, el señor Ollivander contempló a Marta y empezó a susurrar para él
frases no entendibles, aunque, Marta le entendió una.
-Puede ser…
Marta lo miró,
perpleja por como la había mirado, el señor Ollivander se marchó, y, cuando
regresó trajo una varita con él, esta, estaba llena de polvo y suciedad.
-Prueba esta-
le dijo entregándosela- 36,25
cm de larga, con madera de sicomoro, centro hecho de
pluma de fénix, y respecto a la flexibilidad, es ligeramente elástica.
Marta cogió la
varita mientras miraba al señor Ollivander, y cuando la tuvo en sus manos,
sintió una sensación muy fuerte, era como si flotara en el aire, por primera
vez tendría su varita, la agarraba con fuerza mientras la miraba, maravillada,
esa sensación fue mejor que la de cuando entraron en el Callejón Diagón, mejor
incluso que cuando les llegó la carta de Hogwarts, esa sensación fue increíble.
Finalmente,
Alice le pagó los 11 galeones al señor Ollivander y le dijo a Harry que fuera
al mostrador, ya que el señor Ollivander no le había dirigido la mirada a
Harry, simplemente se había ido a buscar su varita.
Harry avanzó
hacia el mostrador, contemplando la tienda con detenimiento, mirándola maravillado.
-Aquí tienes-
dijo- 31,58 cm
de larga, madera de roble, centro de pluma de fénix, y rígida como un tronco-
dijo el señor Ollivander entregándole la varita a Harry- ¡Vamos agítala!
Este hizo lo
que le dijo, y rompió los cristales de la puerta de la tienda.
-¡No! Esa
definitivamente, ¡no!
El señor
Ollivander le mostró tres varitas más a Harry, pero ninguna dio resultado,
entonces, miró a Harry como había mirado a su hermana antes y empezó a repetir
la misma frase que antes. Finalmente, fue a por una varita y se la mostró a
Harry.
-Ten, tiene 28 cm de largo, está hecha de
acebo, y con pluma de fénix en su centro, es flexible- dijo el señor
Ollivander.
Cuando Harry la
cogió, sintió lo mismo que su hermana al coger su varita, entonces, el señor
Ollivander, fascinado, miró a Harry.
-Interesante-
dijo este.
-¿Qué es
interesante?- dijo Harry mirándolo.
-Que ¡tu!
estuvieses destinado a ¡esta! varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa
cicatriz- le dijo el señor Ollivander.
Los Weasley y
sus hermanas se quedaron mirando a Harry, este, aterrorizado, pagó la varita,
y, sin decir nada, se marchó para volver a casa de los Weasley.