jueves, 11 de julio de 2013

Ollivander


Cuando entraron en la tienda y escucharon a aquel anciano, Marta y Harry se quedaron mudos, mirándose entre sí.
-Veníamos a comprar varitas para ellos- dijo decidida Alice.
-¿Quiénes son “ellos” señorita Potter?- dijo el anciano mirando a Alice.
Alice señaló a Ron, Harry y Marta, el anciano los observó detenidamente, aunque también observó a Ron, su mirada se detuvo en Marta, este la miraba sorprendido, maravillado, ella no estaba haciendo nada, pero solo con mirarla ya era fascinante.
Luego, desvío la mirada hacia Ron.
-¡Oh! Muchos Weasley ya han pasado por aquí, ahora viene otro, ¡bien, bien!- exclamaba el anciano- ¿Cómo he de llamarte jovencito?
-Ron.
-¡Ron! Bonito nombre- dijo este- ven por aquí, te buscaremos una varita apropiada.
Ron siguió al señor Ollivander hasta el mostrador, y esperó a que le mostrara las varitas que podían ser las suyas.
El señor Ollivander le empezó a mostrar varias varitas al pequeño Ron, que, por ahora, ninguna resultaba ser la suya, ya que, al usarlas, destruía cosas, finalmente, el señor Ollivander cogió una y la puso frente a Ron.
-Prueba esta pequeño, madera de Sauce, 35,56 cm de larga, y centro de pelo de cola de unicornio.
Cuando Ron cogió la varita, un cosquilleo le recorrió todo el cuerpo, sonriendo, miró al señor Ollivander.
-Creo que es está- dijo mirándola, orgulloso.
El señor Ollivander sonrió y luego, miró a Arthur.
-9 galeones por favor- dijo este.
Arthur asintió y, finalmente, le dio todo lo que le quedaba.
-Ahora tú, señorita Potter- dijo mirando a Marta.
-¿Cuál es tu nombre?
-Marta- dijo esta mirando exhausta al señor Ollivander, pues dijo que la estaba esperando a ella y a su hermano y no sabía si quiera su nombre.
-¡Oh! Claro Marta, pelo de tu madre, y ojos de tu padre- dijo contemplándola con detenimiento.
-No siempre- dijo esta sonriendo.
El señor Ollivander la miró, sonriendo, la llevó hacia el mostrador, y empezó a sacar varitas para ella, Marta ya se sentía muy culpable, ya que le había sacado diez varitas, y ya había roto: tres jarrones, cinco ventanas y dos marcos de fotos.
Pero, finalmente, el señor Ollivander contempló a Marta y empezó a susurrar para él frases no entendibles, aunque, Marta le entendió una.
-Puede ser…
Marta lo miró, perpleja por como la había mirado, el señor Ollivander se marchó, y, cuando regresó trajo una varita con él, esta, estaba llena de polvo y suciedad.
-Prueba esta- le dijo entregándosela- 36,25 cm de larga, con madera de sicomoro, centro hecho de pluma de fénix, y respecto a la flexibilidad, es ligeramente elástica.
Marta cogió la varita mientras miraba al señor Ollivander, y cuando la tuvo en sus manos, sintió una sensación muy fuerte, era como si flotara en el aire, por primera vez tendría su varita, la agarraba con fuerza mientras la miraba, maravillada, esa sensación fue mejor que la de cuando entraron en el Callejón Diagón, mejor incluso que cuando les llegó la carta de Hogwarts, esa sensación fue increíble.
Finalmente, Alice le pagó los 11 galeones al señor Ollivander y le dijo a Harry que fuera al mostrador, ya que el señor Ollivander no le había dirigido la mirada a Harry, simplemente se había ido a buscar su varita.
Harry avanzó hacia el mostrador, contemplando la tienda con detenimiento, mirándola maravillado.
-Aquí tienes- dijo- 31,58 cm de larga, madera de roble, centro de pluma de fénix, y rígida como un tronco- dijo el señor Ollivander entregándole la varita a Harry- ¡Vamos agítala!
Este hizo lo que le dijo, y rompió los cristales de la puerta de la tienda.
-¡No! Esa definitivamente, ¡no!
El señor Ollivander le mostró tres varitas más a Harry, pero ninguna dio resultado, entonces, miró a Harry como había mirado a su hermana antes y empezó a repetir la misma frase que antes. Finalmente, fue a por una varita y se la mostró a Harry.
-Ten, tiene 28 cm de largo, está hecha de acebo, y con pluma de fénix en su centro, es flexible- dijo el señor Ollivander.
Cuando Harry la cogió, sintió lo mismo que su hermana al coger su varita, entonces, el señor Ollivander, fascinado, miró a Harry.
-Interesante- dijo este.
-¿Qué es interesante?- dijo Harry mirándolo.
-Que ¡tu! estuvieses destinado a ¡esta! varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa cicatriz- le dijo el señor Ollivander.
Los Weasley y sus hermanas se quedaron mirando a Harry, este, aterrorizado, pagó la varita, y, sin decir nada, se marchó para volver a casa de los Weasley.     

miércoles, 10 de julio de 2013

El Callejón Diagón.


Los pequeños que veían por primera vez el Callejón Diagón se quedaron asombrados, no se esperaban algo así, algo tan maravilloso como era eso.
-Guau- dijo Marta maravillada.
-¿Os gusta? ¡Bien! Ahora vamos a Gringotts, tenemos que sacar el dinero para comprar los libros- dijo Molly sonriente.
Cuando entraron, los pequeños miraron el banco con detenimiento, había duendes por todas partes, parecía que ni siquiera se percataban de la existencia de los allí presentes, solo un duende que estaba sentado en una de las mesas de los demás, pero, esta mesa era más alta y estaba en el centro de la sala.
Después de que Arthur hablara con el duende, este miró a los hermanos Potter, a Alice ya la conocía, pero a Harry y a Marta no, aterrorizados por la mirada de aquel duende gruñón, se pegaron a su hermana.
Fueron a la cámara de los Weasley, Alice se ladeó, no podía ver lo que había ahí dentro guardado. Marta y Harry miraron apenados a los Weasley, ya que, en esa gran cámara de una familia bastante numerosa, solo había un galeón.
Molly lo cogió, e inclinando la cabeza, se dio la vuelta para salir de la cámara y llevar a los hermanos Potter a la suya.
Cuando llegaron, Alice cogió a sus dos hermanos.
-Quedaos aquí- les susurró.
-¿Por qué?- dijo Marta.
-Mientras que los Weasley solo tienen un mísero galeón en su cámara, nosotros somos ricos, no puedo dejar que vean eso, ¿vale? Cogeré lo que pueda y a comprar.
Los dos pequeños asintieron, su hermana sacó la llave, y, con decisión, abrió su cámara, y antes de que los Weasley se percataran de que la había abierto, cogió un puñado de galeones y se los guardó. A la familia no les dio tiempo ni mirar siquiera los interiores de la cámara de los Potter.
Cuando salieron de allí fueron a comprar todas las cosas que necesitarían para Hogwarts, por cada libro que compraban, iban mirándolos por dentro con detenimiento, los libros de los Potter eran nuevos, incluso al abrirlo le llegaban esa fragancia de jovialidad. Pero los libros de los Weasley no eran así, Alice no soportaba ver como sus mejores amigos compraban libros ya usados, húmedos, que olían fatal, y que algunas cosas no se podían leer.
Lo malo era comprarle un caldero al pequeño Ron. No podían, tendría que coger el caldero oxidado de Charlie y dárselo al pobre Ron, Marta, horrorizada por como eran sus objetos, cogió un puñado de sus galeones y, con discreción, los metió en el bolso de Molly. Esta, al abrir el bolso se quedó maravillada al ver tantos galeones, pero aún así, no se lo gastaron todo, algunos galeones los quedaron en Gringotts para que la pequeña Ginny pudiera comprarse libros mejores al año que viene.
Cuando ya terminaron de comprar todo lo que querían, se quedaron dando vueltas por el Callejón Diagón, los pequeños Ron, Marta y Harry querían ir ya a comprar su varita a Ollivander, lo estaban más que deseando, pero, para cincharles, sus hermanos fueron yendo de tienda en tienda para contemplarlas, en la que se tiraron más tiempo fue en la tienda de artículos para jugar al Quidditch. Los Weasley y Alice se quedaron asombrados al ver la nueva Nimbus 2000.
-Guau, quien pudiera jugar al Quidditch con ella- dijo Fred pegando su cara al cristal de la tienda.
-¿Quidditch?- preguntó Marta.
-Alice, dime, ¿les enseñas algo más a tus hermanos que a alabar a la casa Slytherin?- dijo George mirando a Alice.
-El Quidditch es un deporte muy divertido, se juega con tres pelotas: la Quaffle y las Bludgers. La Quaffle es con la que se juega durante todo el partido y hay que meterla por uno de los tres aros que hay en el equipo contrario. Las Bludgers son unas pelotas que, si te las lanzan el otro equipo, tienes que esquivarlas, porque, si te dan, puedes caerte de tu escoba o perder la Quaffle, para quitarte las Bludgers de encima están los golpeadores, los golpeadores del equipo de Quidditch de Gryffindor son Fred y George, para proteger los aros están los guardianes, que impiden que la Quaffle entre, en el equipo de Quidditch de Slytherin es tu hermana la que se encarga de eso. Luego, hay otra que no se le puede llamar pelota, es muy diminuta, dorada y con alas, se llama Snitch, vuela muy deprisa, así que los buscadores tienen que ser muy buenos para atraparlas, el buscador que atrape la Snitch, gana el partido, ya que esta vale 150 puntos.
Marta se quedó helada al escuchar esa explicación tan detallada del deporte del Quidditch, la explicación acabó con su hermana diciendo que el Quidditch para los magos era como el fútbol para los muggles.
Después de dar muchas vueltas, ya no tuvieron excusas para retener a sus hermanos pequeños y que no fueran a Ollivander, así que, los Weasley y los hermanos Potter se dirigieron hacia esa tienda donde habían estado los mayores años atrás.
Cuando entraron, un hombre anciano, calvo por la coronilla, aunque por detrás tenía pelo tan blanco como la nieve, y ojos azules, se quedó mirando a Harry y a Marta.
-Les estaba esperando señor y señora Potter- dijo mirando a los pequeños, sonriendo- les estaba esperando desde hace mucho tiempo. 

lunes, 8 de julio de 2013

Viaje al Callejón Diagón


Al día siguiente, Marta decidió no contar a nadie lo de aquel sueño, ni siquiera a sus hermanos, pensó que no convenía preocuparlos en un día tan feliz como este, pues hoy, por fin irían al Callejón Diagón a comprar todas las cosas que van a necesitar para Hogwarts.
A Ron, Marta y Harry les hacía mucha ilusión ir, estaban eufóricos por la mañana, pero claro, la tienda del Callejón Diagón a donde más deseaban ir, era Ollivander, ya que querían conocer su varita de una vez por todas. Verás, en el mundo de los magos, el mago no escoge su varita, es al revés, la varita escoge al mago.
-Vaya mamá… los libros de este año son más caros que los de el año pasado- dijo Percy mirando la carta de Hogwarts.
-Bueno, ya nos apañaremos como podamos- dijo Molly leyendo la carta y a la vez, sonriendo a sus hijos- ya veremos que sacamos de Gringotts.
-¿Gringotts?- preguntó Marta.
-¿No sabes lo que es Gringotts, Marta?- dijeron Fred y George al unísono.
-Que va- dijo Marta ladeando la cabeza.
-Gringotts es el banco de los magos, lo llevan duendes, muy listos y astutos sí, pero desconfiados como nadie. Allí hay cámaras donde guardas tu dinero, los duendes te llevan hacia allí, claro que, para abrir la cámara, tienes que tener la llave, sino, te echan de allí a patadas. Aunque, también hay otras que se abren al contacto.
-Oh- dijo Marta mirando al frente- No tenía ni idea.
-Se me habría olvidado mencionártelo, perdona Marta- dijo Alice mientras le daba un mordisco a una galleta.
-¿Tenéis las cosas preparadas para ir a Hogwarts?- dijo Arthur, sentándose en la mesa.
-Sí- dijeron los Weasley al unísono.
Pero los hermanos Potter se miraron entre ellos, Marta no, pues ella ya lo tenía todo preparado desde hace dos días, en cambio, sus hermanos eran unos cabezas huecas y se olvidaban de todo.
-Hoy nos dará tiempo- dijo Harry- tenemos que ir mañana.
-Espero que os de tiempo- dijo Arthur mientras bebía un sorbo de su café.
Alice y Harry se miraron, preocupados por si no les daba tiempo a recogerlo todo, porque imaginaban que, después de comprar todo lo que necesitaban, se quedarían dando vueltas por allí un rato, así que, se comieron todo el desayuno rápido, y subieron a su habitación para preparar las cosas.
Mientras ellos dos preparaban sus cosas, la pequeña Marta se quedó abajo desayunando junto con sus dos mejores amigos, empezaron a cuchichear cosas mientras comían, seguramente estaban preparando una nueva travesura, George, miraba de vez en cuando a Ron, esbozando una amplia sonrisa de picardía. El pobre Ron estaba atacado de los nervios, porque, al ver como lo miraban, y a la vez cuchicheaban, pensó que querían hacerle algo malvado. Aunque el no lo sabía, ¡esa! era su travesura, en realidad, no estaban cuchicheando nada, solo torturaban al pequeño Ron con miradas y sonrisitas de maldad.
Pasó aproximadamente una hora cuando, todos los Weasley y los hermanos Potter estaban frente a una especie de chimenea muy alta. Marta y Harry la miraron con detenimiento.
-¿Por aquí se va al Callejón Diagón?- dijo Harry mirando a Ron.
-Si, lo que pasa es que tu no habrás viajado nunca con polvos flú, ¿verdad?- dijo Ron enarcando una ceja.
-¿Polvos flú?
-Creo que eso responde a tu pregunta Ron- dijo Fred sonriendo.
-¿Nunca lo has hecho Harry? Bueno pues, de demostración… ¡Alice!, tu ya lo has hecho más veces, adelante, hazlo para tus hermanos- dijo Molly mirando a Alice.
Alice asintió, cogió un puñado de polvos que le ofrecía Molly y se colocó debajo de la chimenea, tiró los polvos a sus pies mientras decía: ¡Callejón Diagón! Y de repente, Alice desapareció entre humo verde.
-¿Veis?- dijo Molly- venga Marta, ahora tú.
La joven, aterrorizada, cogió temblorosamente un puñado de aquellos polvos, se puso lentamente bajo la chimenea y, antes de que tirara los polvos, Arthur la interrumpió.
-Tienes que decir muy claramente Callejón Diagón, porque si no, podrías ir a dios sabe donde, tu hermana se perdió el primer año, pues dijo: ¡Callejón Digón! Suerte que Hagrid la encontró.
-¿Hagrid? ¿Qué…?- dijo Marta ladeando la cabeza.
-Nada, tú sigue.
La pequeña, aterrorizada, tiro los polvos al suelo y gritó: ¡Callejón Diagón! De repente, desapareció entre más humo verde.
-Venga, ahora tú- le dijo Percy a Harry, dándole un empujoncito para que se adentrara en la chimenea.
Después de hacerlo, tardó más en tirar los polvos que su hermana, pues estaba aterrorizado, pero finalmente lo dijo y este también desapareció.
Los hermanos Potter esperaron a la familia Weasley, además, Harry no quería ver aquello sin compañía de Ron, para él, era muy importante verlo con él.
Cuando ya pasaron todos, los pequeños Harry, Ron y Marta se ladearon para ver el Callejón Diagón, y, bueno, lo que sintieron no se puede explicar con palabras, estaba todo lleno de gente como ellos, y todo lleno de tiendas para ellos. Emocionados, dieron su primer paso, pero ese paso, fue un gran paso, el paso de su entrada al mundo mágico.

domingo, 7 de julio de 2013

Los ojos azules


Eran las 6:00 de la mañana cuando Harry se despertó. Sediento, extendió su brazo para alcanzar el vaso que había sobre su mesilla, cuando intentó beber se dio cuenta de que este no tenía agua, por lo que, decepcionado, bajó a la cocina a beber.
Cuando bajaba escuchó cuchicheos en el salón, cuando se asomó, no había nadie, extrañado, registró todo el salón, escuchando aún el cuchicheo, pero no había nadie, pensando que era su imaginación, se dio media vuelta y fue hacia la cocina.
Cuando Harry bebía, vio unos ojos azules perla iguales que los de su hermana, observándole. Este se percató de que solo veía los ojos, eran como dos zafiros que brillaban en la oscuridad, estos ojos lo observaban mediante una especie de rendija bajo la mesa del salón.
Harry, aterrorizado, se dirigió hacia la mesa, para ver si era su hermana, que le estaba gastando una broma junto con los gemelos, pero supo que no cuando, antes de cruzar el límite que dividía la cocina y el salón, escuchó de nuevo aquellos cuchicheos, pero esta vez más claros, Harry los entendía perfectamente, parecía que solo repetían una palabra, una única y siniestra palabra, que hizo que a Harry se le pusieran los pelos de punta y no pudiera moverse: muerte.
Harry, sin saber que decir, ni que pensar, chilló lo suficientemente alto como para que, al segundo, estuviera toda la familia Weasley y sus hermanas rodeándole.
-¡Harry! ¿Qué te pasa?- gritaba Alice, agarrando el hombro de su hermano con fuerza.
Harry miró a su hermana Alice, y, llorando, la abrazó con fuerza, agitó el pantalón del pijama de su hermana Marta, en signo de que ella también se uniera a aquel abrazo. En mitad de aquello, Harry susurró entre lágrimas: No os muráis, por favor, no os muráis.
Marta y Alice miraron exhaustas a su hermano Harry.
-¿Por qué íbamos a morir Harry?- dijo Marta extrañada.
-Me lo ha dicho- dijo Harry mirando a su hermana.
-¿Qué te ha dicho?
-Me dijo: Mu-muerte.
Harry echó a llorar y Alice lo abrazó con fuerza.
-¿Quién te ha dicho eso?- dijo Marta ladeando la cabeza.
-Una voz.
Marta miró a Arthur, Arthur se inclinó y miró a Harry, serio.
-Harry, que ha pasado exactamente.
-Estaba bebiendo agua cuando… vi unos ojos azules observarme- dijo Harry- estaban ¡ahí! ¡Ahí mismo! Bajo la mesa- dijo Harry señalando aquel hueco, Molly mandó a la cama a sus hijos y les dijo que cerraran la puerta con pestillo- Yo… creía que era Marta, que me estaba gastando una broma, porque eran idénticos a sus ojos, pero cuando entre en el salón… empecé a escuchar murmullos, que fueron siendo cada vez más claros, hasta que al final me susurró eso, y después se desvaneció, igual que sus ojos.
Arthur miró a Molly, preocupado.
-Bueno, eso solo habrá sido producto de tu imaginación, antes habrás tenido una pesadilla o algo, eso será, bueno, ahora vete a dormir, que dentro de unas horas tenemos que ir al Callejón Diagón.
Los hermanos Potter asintieron y se fueron a sus cuartos, pero Marta giró la mirada de nuevo y pudo verlos, estos parecían contentos, y, juguetones, le guiñaron un ojo a la pequeña.
Marta, aterrorizada, se metió en su cama y se acurrucó entre las finas mantas hasta dormirse, aunque le costó mucho, ya que no podía quitarse ni por un momento de la cabeza la imagen de aquellos ojos azules mirándola.
Cuando esta se quedó dormida, se sumergió en un sueño que ella no podía llamar sueño, sino una pesadilla, quizás, la peor que haya tenido jamás.
Miraba a todos lados, atónita, cuando, al girarme, vi aquellos ojos, azules como el mar, me miraban. Eran tan juguetones y burlones como antes, algo le complacían, algo que yo no entendía les producía placer absoluto. Quise decir algo, pero una voz me interrumpió, y esta decía:
“Muerte” “Muerte” “Muerte” La sombra a todos llegará, huid, pero os alcanzará, escondeos, pero os encontrará, el fin está próximo. No se apiadará de nadie, nadie estará a salvo, uníos, o morid. No intentes defenderte, te vencerá, no intentes matarle, te matará, no intentes nada contra él, porque te verá. Así que advertida estas, únete a nuestro señor, al que debe gobernar a todos los magos del mundo, igual que a los sucios muggles que hay en el. Únete porque el es el amo de todos nosotros, únete Marta, haz que tu familia y amigos se unan también porque sino, morirán. Avisada estas.

viernes, 5 de julio de 2013

Los Weasley


Los hermanos Potter ya llevaban unos meses en la madriguera. Se lo pasaban genial con los Weasley, ya habían perdido toda la vergüenza y se trataban como si fueran de la misma familia. Alice siempre estaba con Percy viendo los nuevos artefactos que traía Arthur y las plantas tan magníficas que crecían a menudo. Harry y Ron eran inseparables, siempre juntos allá donde vayan. Y luego, los gemelos consiguieron embaucar a la pequeña Marta, y ya no solo eran los mejores amigos, sino que ahora Marta formaba parte de sus travesuras.
Una vez, durante la cena, Molly preparó unos dulces para sus hijos, cada uno tenía una especie de magdalena gigante con trocitos de fruta, menos Fred, George y Marta, ya que la anterior noche llenaron la almohada de Percy de lombrices. Pero ellos no se iban a quedar sin magdalenas, que va, como era de suponer, tuvieron un perverso plan para robarle la magdalena a Ron. Marta fue a distraerlo (a él y a Harry) mientras Fred y George le robaban la magdalena y se la escondían para luego comérsela los tres en lo que ellos llamaban, “nuestro lugar oscuro” donde organizaban todas sus travesuras.
Los Weasley eran, en su opinión, la familia que siempre habían deseado, generosa, cariñosa, unida, ¡mágica! Pero lo que más le gustaban, era que es muy divertida, no pasas un día allí sin reírte, pero claro, cada uno a su manera.
Era la hora de comer, todos se sentaron en la mesa, los que tardaron en llegar fueron Harry y Ron, pero, al escuchar el grito de Molly, Ron bajó las escaleras como alma que lleva el diablo.
Mientras comían, charlaban un poco sobre Hogwarts y sobre el Callejón Diagón, ya que era mañana cuando tenían que ir a hacer sus compras, pues, al día siguiente, se irían a Hogwarts.
-¿Estáis nerviosos chicos?- dijo George mirando a Marta, Harry y Ron.
-Yo si… pero eso es porque llevo mucho tiempo esperando esto, y ahora que va a pasar… no me lo puedo creer- dijo Marta sonriendo y a la vez, ladeando la cabeza.
-Eso nos pasó a nosotros el primer día- dijo George mirando a su hermano Fred- pero seguro que lo haces mejor que tu hermana, el primer año iba muy nerviosa a Hogwarts, decía que no podía hacerlo, que no tenía dinero y cosas así.
-¿En serio?- dijo Harry mirando a su hermana Alice, sorprendido.
-Sí, aún lo recuerdo, el primer año tuvimos que ir nosotros a por ella, bueno, el primero, el segundo, y, al parecer también el tercero- dijo Percy- Alice no tenía ni idea de que era el Callejón Diagón, ni donde se encontraba, era tan… cateta. Pero por suerte nos tenía a nosotros.
Marta y Harry sonrieron, cuando Molly se sentó en la mesa la conversación se animó mucho más, pues esta era muy habladora, y muy cotilla además. Hablaron con frialdad sobre las casas, donde Alice, Harry y Marta salieron a defender a Slytherin, ya que no paraban de decir que allí se encontraba mucha gente mala.
-Mira Fred, que sepas que en Slytherin, como en cualquier otra casa, hay personas buenas y malas. No te creas que todos los de tu casa son unos santitos.
-Echa cuentas Alice, Slytherin ha producido una cantidad muy considerable de mortífagos, ¿no crees?
-Lo sé, pero ¡yo! estoy en Slytherin y no soy ni un mortífago, ni una mala persona, ni nada, y no conozco a nadie de mi casa que tenga tendencia hacia las artes oscuras.
-Tú dale tiempo- dijo Fred enarcando las cejas.
-¡Basta!-gritó Molly- tengamos la comida en paz.
Todos se miraron entre ellos, Fred y Alice intercambiaron una mirada chispeante, seguida de una sonrisa de oreja a oreja.
Era imposible enfadarse con ellos, y menos con uno de los gemelos, porque eran unos encantos de chicos, muy traviesos y perversos respecto a las travesuras, pero si son muy buenos. Alice, cuando entró en Slytherin, pensó que su amistad con los Weasley se acabaría para siempre, por eso no estuvo muy alegre los primeros días en Hogwarts. Pero se animó mucho más cuando vio a los gemelos y a Percy, y estos, sonriendo, le dieron la enhorabuena.
-Enhorabuena Alice, era lo que querías, ¿verdad?- le dijo Percy.
-Si, mucho, pero he estado un poco triste porque pensé que dejaríamos de ser amigos- dijo Alice cabizbaja.
-Tranquila, cada uno hemos ido a la casa que queríamos, tu a Slytherin, y nosotros a Gryffindor- dijo Fred- ¿verdad George?
George asintió.
-Enhorabuena a vosotros también, bueno, me tengo que ir, ya hablaremos, ¡adiós!- les dijo sonriente mientras se alejaba.
Después de comer recogieron la mesa, y luego salieron al jardín, hubo una alerta roja, ya que vieron gnomos allí, los jóvenes ayudaron a Molly a des-gnomizar el jardín, necesitaba ayuda, ya que estos seres eran pequeños, y rápidos.
Cuando terminaron de eliminar a los gnomos del jardín, se fueron a dar una vuelta por las afueras de la madriguera, Molly quedó a los niños a cargo de Percy, Fred, George y Alice. Tras eso, Ron, Marta y Harry se sintieron más pequeños de lo que eran, puesto que estaban en manos de unos muchachos con tan solo trece años, bueno, Percy tenía catorce años.
A las afueras encontraron una gran charca en la que había un montón de ranas, Alice, Fred, George y Percy empezaron a practicar hechizos.
Fred empezó a decir “Wingardium Leviosa” con este hechizo, Fred hizo levitar a una rana, para él fue muy entretenido, ya que luego estuvo persiguiendo a Ron y a Harry con la rana, amenazando con tirársela a la cabeza a alguno.
Percy decidió no infringir las reglas de Hogwarts y no hacer magia allí, Alice hizo lo mismo, pero a Fred y a George les daba igual, se entretuvieron allí mucho tiempo, viendo como los gemelos hacían, o al menos, intentaban hacer hechizos que aún no estaban muy a su alcance.
Finalmente regresaron a la madriguera, la cena estuvo aún más animada que la comida, puesto que en la cena estuvo Arthur Weasley, y Arthur era algo… impresionante. Pero, la mayor parte del tiempo estuvo explicándole cosas a Harry y Ron sobre los artefactos muggles que el coleccionaba.
Cuando terminaron de cenar se fueron todos a dormir, estaban cansados y querían tener puestas las pilas para ir mañana a hacer las compras al Callejón Diagón, Harry, Ron y Marta, sobre todo Marta, ya lo estaban deseando.

jueves, 4 de julio de 2013

La madriguera


Cuando consiguieron aterrizar el coche, George estaba un poco asustado, Alice ya conocía a Molly y sabía como se iba a poner al averiguar lo que habían hecho con el coche.
George, nervioso, despertó a su hermano Fred, pues aclaró que el no se iba a comer el marrón solo, al despertarse Fred, se despertaron Marta, Harry y Ron, que, aunque habían dormido sus horas, aún seguían teniendo sueño, eran las 5:00 de la mañana, y ellos solo querían descansar.
Como ya suponían, Molly les estaba esperando en la puerta, golpeando su pie rítmicamente contra el suelo y muy malhumorada.
En cuánto salieron del coche, fueron a la parte trasera para coger el equipaje de los tres hermanos.
-Harry, Alice, Marta, quedaos aquí, ahora toca bronca y no quiero que os involucre a vosotros también- susurró Fred a los tres hermanos.
-¿Y… y yo que hago?- dijo Ron preso del pánico, pues le daba mucho miedo la cara que estaba poniendo su madre.
-Tú… quédate ahí para ayudarlos, pero no mucho tiempo, si ves que nos empieza a gritar mucho, nos auxilias- dijo George agarrando por los hombros a su hermano.
-¿Y que podría hacer yo por vosotros en la riña?- dijo Ron con una ceja levantada.
-Pues…-dijo Fred mirando de arriba abajo a su hermano- eres pequeño, y… supongo que a mamá todavía le pareces mono, pones una voz de niño arrepentido al que le acaban de echar una bronca descomunal, y la bronca pues… eso, ya no será tan descomunal.
El pequeño asintió, y sus hermanos le sonrieron, cuando se dieron la vuelta, la dieron con miedo, pero, se acercaron a su madre lentamente y, como no, sonriendo.
-Hola mami- dijo George sonriendo.
Molly no dijo nada, solo dilató aún más los poros de su nariz, estaba muy furiosa, y sin quitar la vista de sus dos hijos, tomó aire para tranquilizarse.
-Mis queridos y adorables hijos, luego… ¡hablaremos!-dijo Molly apretando los labios y pellizcándoles una mejilla a sus hijos.
Los gemelos se miraron, helados ante la reacción de su madre, esta, fue a recibir a los nuevos invitados a la casa Weasley.
-Vamos chicos, venid a ayudar- dijo Molly a sus hijos.
Estos fueron hacia allí, Molly ya tenía los dormitorios preparados para los tres, lo único que hizo fue agrandar tres veces más la casa y colocar fundas en las camas de cada dormitorio y punto, luego ya lo iría decorando. Lo primero y último que hicieron, fue llevar cada una sus maletas correspondientes a cada cuarto, y luego, meterse en la cama para descansar un poco.
Eran las 11:00 de la mañana cuando Marta se despertó, vio que junto a ella había una mesilla en la que no se había fijado horas atrás, en la que, sobre ella, había un reloj que marcaba la hora, esta, restregándose los ojos, cogió el reloj, lo miró, y se desplomó. Finalmente, bajó a desayunar a la cocina, dejando el reloj  nuevamente sobre la mesilla.
Cuando bajó a la cocina, pudo ver como era claramente, una habitación pequeña, no mucho claro, tenían que caber muchas personas ahí, bueno, ahora más de lo normal. Se dirigió a sentarse en el único asiento libre que había, el que estaba junto a Fred y Percy.
Estuvieron todo el desayuno charlando entre ellos, lo principal, de su llegada a la casa de los Weasley, se notaba que Molly estaba encantada, es como si hubiera tenido tres hijos más, ella ya no quería que se fueran de allí, puesto que en el mundo muggle ya nadie los quería, pero en este, en el mágico, la gente los adoraban.
Desayunaron con alegría, tuvieron tiempo de conocerse entre ellos mejor, Alice, hizo muy buenas migas con Percy, Ron, seguía distraído hablando con Harry, se notaba que entre ellos había nacido una gran amistad, y luego, Marta hizo unas migas de rechupete con los gemelos Weasley, con los dos claro, aunque ella le mostraba un especial interés hacia Fred, como no.
Marta y los gemelos estuvieron hablando principalmente de las casas de Hogwarts, los gemelos, intentaron hacer que Marta recapacitara y que se fuera a Gryffindor con ellos, que estarían encantados de cuidarla, pero ella se negaba rotundamente, decía que su casa era y siempre sería, Slytherin.
Después de desayunar, salieron al jardín, este, estaba lleno de maleza y césped sin cortar, con árboles de troncos nudosos juntos a los muros de la casa. En el arriete, tenían muchas plantas mágicas exuberantes, Percy, le estuvo detallando varias características de ellas a Alice, ya que a este, y a la propia Alice les encantaba la herbología. En el jardín también había un estanque de agua verde lleno de ranas. Lo malo del jardín es que había que des-gnomizarlo con frecuencia.
Bueno, también había un cobertizo, este, estaba junto a un corral de gallinas, estaba lleno de artefactos Muggles, que, según Ron, Arthur intentaba desmontar, o simplemente, coleccionar. También se utilizaba a veces para guardar el For Anglia azul en el que habían venido los chicos volando.
Esa era la Madriguera, puede que no fuera muy grande, pero, se notaba que los Weasley no necesitaban mucho para ser felices, sobre todo, teniéndose los unos a los otros, Fred y George siempre estaban compinchados, esto era claro, si pillabas a uno de los dos haciendo alguna trastada, era cuestión de segundos de que apareciera el otro también, reconociendo haber tenido también algo que ver.
Los hermanos Potter se miraron entre ellos, y luego, miraron la Madriguera, sabían que no era como la casa que tenían antes, pero… madre mía, ¡como se lo iban a pasar allí!

miércoles, 3 de julio de 2013

Viaje a casa de los Weasley


El trayecto hacia la casa de los Weasley fue un poco largo, Harry, Ron, Marta y Fred se quedaron dormidos, los únicos en quedarse en pie fueron Alice y George, bueno, George tenía que estarlo, ya que era el que conducía.
Alice se giró para ver a los cuatro, y vio a Fred tumbado en los tres asientos, ocupándolos todos, pero junto a ella tenía a la pequeña Marta, que le rodeaba con el brazo el pecho, luego, miró hacia abajo, en los dos reposa pies, estaban Ron y Harry, con las cabezas pegadas, estos dos se hicieron muy amigos antes de dormirse, al igual que Marta y Fred, y que Alice y George.
-Gracias por haber venido, no… soportaba más estar rodeada de tantos muggles, encima de muggles como mis tíos- dijo Alice inclinando la cabeza.
-¿Por qué no nos llamaste antes para que fuésemos?- dijo George sin perder la vista de las nubes.
-Porque a ellos todavía no les había llegado la carta de Hogwarts, y tenía que tener una buena excusa para irme.
-¿Mejor excusa que la de vivir rodeada de muggles Dursley? Creo que esa era mejor que la de Hogwarts- dijo George desviando un minuto la mirada de las nubes para sonreírle a Alice.
Se notaba mucho que el pequeño George estaba un poco enamorado de Alice. Esta, también lo estaba antes de entrar en Hogwarts. El primer año también se fue con ellos unos días antes, y en ese tiempo se acercó lo suficiente a George como para que le gustara mucho, pero luego, cuando entró en la casa Slytherin y conoció a Draco, los sentimientos de Alice cambiaron, y el mundo entero se desmoronó ante el pequeño George.
Se empezaron a escuchar ruidos detrás, George y Alice se dieron la vuelta y vieron como Ron gritaba: ¡Arañas! ¡Arañas! No, dejadme, no quiero bailar con vosotras, ¡no! ¡Arañas! ¡Fred, George!
Alice se quedó boquiabierta ante la reacción de Ron en sueños, miró a George, este, esbozaba una amplia sonrisa en su cara y ladeaba la cabeza de un lado a otro.
-¿De qué te ríes?- dijo Alice extrañada.
-Es que… Ron dice eso porque, de pequeño, Fred y yo… bueno, convertimos su osito de peluche en una araña gigante- dijo George atascándose de vez en cuando, pues hacia pausas para reír.
Alice miró a George ladeando la cabeza, eso sí, Fred y George eran muy perversos respecto a esas cosas, una vez, estuvieron a punto de hacer que Ron hiciera un juramento inquebrantable.
Pero no solo se cebaban con su hermano pequeño, no, un día fueron a Egipto (ya que su padre ganó el premio del periódico El Profeta) a ver a su hermano mayor Bill, bueno, pues Ron tenía un chivatoscopio, es un aparato que empieza a dar vueltas hasta encenderse si hay alguien cerca que es no de fiar, el caso es que Bill empezó a decir que eso era un aparato ridículo que engañaba a todo mago que lo usara, pues estuvo toda la noche dando vueltas, lo que el no sabía, era que Fred y George les habían echado escarabajos en la sopa.
Si, así eran los gemelos Weasley. La familia Weasley es muy compleja, pues contando con los padres, Arthur y Molly Weasley, eran ocho en la familia. Son seis hermanos, el mayor, es Bill, después de este, Charlie, luego va Percy, este, era el prefecto de la casa Gryffindor, donde están Fred y George, después van ellos dos, después, Ron y, finalmente, la pequeña Ginny, que después de ver como todos sus hermanos iban a Hogwarts, arde en deseos de ir ella también.
La pequeña Marta se empezó a despertar, miró hacia delante, George y Alice seguían hablando sobre las travesuras que hacían Fred y George, la pequeña miró a Fred, y… supo al instante que lo quería, solo lo conocía de unas horas, pero era lo suficiente como para enamorarse locamente de él, por lo que, volvió a mirar hacia delante, y, al ver que no se percataban de que estaba despierta, esta se inclinó y le dio un beso en la mejilla al gemelo, y luego, se recostó de nuevo sobre su pecho y cerró los ojos sonriendo.
-¡Ahí esta nuestra casa!- señaló George.
-Por fin llegamos, estoy muy cansada y quiero dormir…- dijo ella entrecerrando los ojos.
-¿Por qué no te has dormido antes?- dijo George maniobrando el volante hábilmente.
-No quería dejarte solo conduciendo, alguien te tenía que hacer compañía, ¿no?- dijo Alice sonriendo.
Aunque Alice estuviese enamorada de Draco, si que sentía algo especial y muy fuerte hacia George que le hacía acelerarse o sonrojarse cuando hablaba con él. Al principio, George estaba decidido a decirle a Alice lo que sentía por ella, pero cuando supo que ella estaba enamorada de Draco, lo dejó.
-Hogar, dulce hogar- dijo George mientras el coche descendía de las nubes.
Alice alzó la mirada y vio una casa con cuatro o cincho chimeneas, y en la puerta, tenía un letrero en el que ponía: La Madriguera.